Por Leandro Oliveira
Para ilustrar nosso pequeno problema, antes de prosseguirmos, um trecho de Ortega y Gasset.
(...)Ahora se comprenderá que no es caprichoso iniciar una lectura del "Banquete" platónico invitando a que se reflexione sobre qué demonio de faena es esta de leer, que tan fácilmente consiste en no enterarse de lo que se lee.
La ausencia del dicente deja ante nosotros la palabra escrita descoyuntada del complejo expresivo que era el cuerpo de aquel. Por muy habituados que estemos a la lectura, cuanto mejor sepamos leer más sentiremos la tristeza espectral de la palabra escrita, sin voz que la llene, sin mímica carne que la incorpore y concrete. Bien decía Goethe que la palabra escrita es un subrogado, un mísero Ersatz de la palabra hablada. No es importuno aludir a esto en el frontis de una lección sobre el "Banquete", porque en la obra paralela y coetánea, el "Fedro", Platón hará constar su antipatía hacia todo libro por lo que tiene de cadavérico decir, de paralítica expresión. E insinúa agudísimamente algo en que no se suele reparar: que la relación entre lector y libro es inmoral porque ni este puede responder a nuestras objeciones, sino que sigue petulante y sin riesgo diciendo lo mismo siempre, ni puede contestar enérgicamente al imbécil lector dándole —y esto no lo dice Platón, pero se entrelee bajo sus líneas— un buen puñetazo en las narices. Embotados por la habitualidad de la lectura que nos es ya casi una segunda naturaleza, gozamos de las evidentes ventajas de la palabra escrita —menos aún, impresa— y hemos perdido conciencia de las mermas y peligros que trae consigo. Ello ha engendrado desde hace sesenta años un menosprecio creciente de la única palabra que lo es en plenitud, la palabra oral, y con ella de las maravillas más humanas de todas, que son el diálogo, la oratoria, la retórica: la única magia efectiva.
Ortega Y Gasset, "Que és Leer" in "Comentario al 'Banquete' de Platon".
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